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1.3.18

Los últimos secretos de la momia de Nespamedu, el médico del faraón


http://www.abc.es/cultura/abci-investigacion-historia-secreta-momias-201802220830_video.html
Jesús García Calero@caleroje

Cuentan que el 26 de noviembre de 1922, Howard Carter, después de introducir por primera vez la cabeza por un hueco que se había abierto en la puerta de la tumba de Tutankamón -y a medida que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad-, comenzó a ver brillos dorados, cabezas de dioses chacales, una balumba de tesoros intactos que nadie había tocado en miles de años. Y mientras Lord Carnavon le preguntaba en la entrada de la tumba muy impaciente: «¿qué ve?», Carter respondió: «Cosas maravillosas». Aquella escena cambiaría para siempre la egiptología.
Ahora, en Madrid, los egiptólogos han podido mirar de nuevo donde nadie había puesto antes sus ojos. Y también han podido descubrir «cosas maravillosas».
Dos mil años después de muerto, una noche de junio de 2016, Nespamedu llegó a la puerta de urgencias de la clínica Quirónsalud de Madrid. Unos pocos testigos vimos cómo le llevaban, con sumo cuidado, envuelto en las vendas con las que había sido enterrado. Llegó junto a otras tres momias y los especialistas les llevaban con tanto cuidado que iban en contenedores especiales con ambiente controlado, en aquella medianoche de primavera, elegida también porque la meteorología era perfecta, ni muy húmeda ni muy cálida.
La escena se aprecia en un documental de RTVE que fue presentado ayer y que muestra cómo fue la salida del museo en un camión de transporte especializado. En pantalla, el personal del MAN relata cómo vivió el traslado, con mucha emoción, porque era un momento histórico y porque todos intuían la inmensa cantidad de información que saldría de aquel proyecto.
En el documental, vemos pasar el vehículo por delante de la Puerta de Alcalá y cómo, cargado con las momias, cruza muy lentamente por Cibeles y la Gran Vía, a esas horas de aquel domingo sin apenas tráfico. Y luego la salida de la capital en dirección al hospital. Fue un traslado tranquilo, una escapada perfecta para aquellos pasajeros tan singulares. Hasta urgencias.
En el documental, vemos pasar el vehículo por delante de la Puerta de Alcalá y cómo, cargado con las momias, cruza muy lentamente por Cibeles y la Gran Vía, a esas horas de aquel domingo sin apenas tráfico. Y luego la salida de la capital en dirección al hospital. Fue un traslado tranquilo, una escapada perfecta para aquellos pasajeros tan singulares. Hasta urgencias.
La escena tenía muchos contrastes: la momia de Nespamedu, quien fuera médico de un faraón -además de sacerdote del dios Imhotep- acudía desde el Museo Arqueológico Nacional (MAN) a un hospital en pleno siglo XXI a hacerse un TAC (tomografía axial computarizada) de última generación.
A sus 55 años eternos, ya no tenía cura, es evidente, pero guardaba algunos secretos. Los médicos del hospital recibieron a su antiguo colega con respeto y curiosidad. Gracias a la más avanzada máquina de diagnóstico por la imagen, la momia de Nespamedu se sometió al escrutinio de los rayos y el software capaz de despegar las capas de misterio y de tiempo que le acompañaron en el reino de los muertos. También fueron estudiadas con los mismos métodos no invasivos las momias de dos mujeres egipcias y un hombre guanche.

Ritos desconocidos

Los resultados son espectaculares, tal y como reconoce Carmen Pérez Die, egiptóloga del MAN, donde ayer se presentó el documental«La historia secreta de las momias: la momia dorada», producido por RTVE y dirigido por Regis Francisco López. Rodado entre Madrid, Luxor y El Cairo, es una notable obra de divulgación de este proyecto científico en el que han participado decenas de personas, médicos, egiptólogos, historiadores y forenses, y que ha sido capaz no solo de «resucitar» el rostro que Nespamedu tenía en el tiempo en que vivió, la era ptolemaica, sino algunos detalles sobre el proceso de embalsamamiento totalmente desconocidos hasta hoy.
Los doctores han encontrado muchas pistas sobre del historial médico y nutricional de las momias, al estudiar los huesos y los dientes que, por ejemplo, registraban abrasiones debidas seguramente a una dieta en la que era frecuente encontrar arena en las verduras y frutas, entre otros motivos.
En cuanto al estudio cultural de la momia, Carmen Pérez Die explica que desde el primer momento detectaron en el escáner unos objetos en la frente y el cuello que resultaron ser amuletos, adheridos a la primera capa del vendaje, muy cerca de la piel.

70 días de momificación

El proceso de momificación más «lujoso», solo al alcance de los poderosos, como era Nespamedu, duraba 70 días y comenzaba con el vaciado de las vísceras que se embalsamaban en los vasos canopos y el largo tratamiento del cadáver, durante 40 días en natrón, la sal mineral que deshidrataba los tejidos. Después era envuelto con resinas y aceites aromáticos. En el final del proceso y en algunos momentos importantes, el sacerdote se ponía la máscara de Anubis. Al cumplirse el día 70, la momia se introducía en el ataúd.
Los médicos de la clínica Quirónsalud tuvieron que esforzarse para contrastar unas débiles imágenes en las que se apreciaban unas manchas que luego fueron los amuletos hallados en el cuerpo de Nespamedu. Casi no se apreciaban porque son de cartón y parecen realizados por el mismo artesano que decoró los cartonajes dorados del exterior de la momia. Hasta los dibujos coinciden. Se trata de una diadema que representa el escarabeo alado, Jepri, símbolo de eternidad. También un collar «Usej», pulseras y brazaletes como símbolos de poder. Y sandalias, para caminar por la eternidad.
De los 15 amuletos, dos estában en las piernas y el resto rodeando el cuerpo. Son dos «Udjat», ojos de Horus, y también dos juegos de sus cuatro hijos: Amset (humano), Hapi (babuino), Duamutef (chacal) y Kebeshenuef (halcón), que son los guardianes de las vísceras embalsamadas en los vasos canopos. Se suman los amuletos que representan a Isis y Neftis, las plañideras, esposa y hermana de Osiris. Y para terminar la colección, Thot, el dios sanador del ojo de Horus y escriba y medidor del tiempo.

La eternidad

El cuerpo del faraón representaba a Egipto, sus dolencias tenían consecuencias en el reino. Nespamedu estudió largos años en el Asclepeión de Sakkara antes de convertirse en el médico del monarca. Y cuando murió, soñando con lograr la eternidad, fue embalsamado en ese rito que duraba 70 días. Durante siglos, la eternidad no era más que ese sueño para él. Pero ahora, gracias a la investigación del escáner y la publicación de los resultados, su historia ha sido completada, sus últimos secretos desvelados.
La eternidad conoce tu nombre, Nespamedu, era esto.

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