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6.11.22

Artículo de Jacinto Antón en el País 5 nov2022

 El último secreto de Tutankamón se hace novela

El escritor Antonio Cabanas lleva a la ficción la polémica teoría de que existen cámaras ocultas en la tumba del faraón

JACINTO ANTÓN, · nov. 5, 2022

El novelista sigue las discutidas hipótesis de Nicholas Reeves La publicación coincide con el centenario del hallazgo de la tumba

La discutida y apasionante hipótesis de que la tumba de Tutankamón, de cuyo hallazgo se cumplió ayer exactamente un siglo y se celebró con diferentes actos en Egipto, esconde cámaras secretas acaba de llegar por primera vez a la ficción como parte de la nueva novela de un popular especialista español en la narrativa sobre el viejo país del Nilo, Antonio Cabanas. En su libro recién aparecido El sueño de Tutankamón (Ediciones B), una ficción ambientada en el reino del joven faraón, Cabanas (Las Palmas, 68 años), describe cómo la sepultura del rey descubierta por Howard Carter en 1922 en el Valle de los Reyes es sólo la reutilización de una parte de la que se construyó para su madrastra, la célebre reina Nefertiti. Las dependencias de esta habrían quedado ocultas detrás del muro que cierra la cámara funeraria del monarca, donde se encuentra su sarcófago.

Es la del novelista canario una plasmación literaria de la impactante teoría del egiptólogo británico Nicholas Reeves, que lleva desde 2015 planteando que la tumba de Nefertiti, todavía por descubrir, se halla en realidad a continuación de la de Tutankamón, para lo que alega argumentos arqueológicos e iconográficos. La teoría, aunque la mayoría de los egiptólogos y las autoridades egipcias en general la consideren poco menos que descabellada, no ha acabado de ser descartada y los que creen en ella reclaman que se realicen pruebas concluyentes en la tumba.

“Hay oquedades tras las paredes, y grietas que apuntan a que hay puertas; me parece que la teoría de Reeves, con el que he hablado varias veces, es bastante plausible”, señala Cabanas, de visita en Barcelona para presentar su libro en el Museo Egipcio de la ciudad. “Si crea polémica, estupendo; hay que ser valientes y me pareció que una novela era una buena forma de explorar el asunto”.

Ayer la tumba, en la que aparecieron objetos que hoy son grandes iconos de Egipto, como la máscara de oro, la capilla canópica o los ataúdes del rey, fue el centro de las celebraciones del centenario. Del programa se cayeron algunas cosas previstas como el anuncio que pensaba hacer Zahi Hawass de que ha identificado la momia de Nefertiti (parece que hay problemas de última hora con el ADN) y el estreno de la ópera del propio egiptólogo sobre Tutankamón, que se retrasa.

Se da la circunstancia de que la narrativa histórica española ha sido pionera también en alumbrar este año del aniversario una novela sobre Carter y su mecenas Lord Carnarvon que imagina que la muerte del segundo (que dio pie a la leyenda de la maldición de Tutankamón) fue un asesinato (La conjura del Valle de los Reyes, de Luis Melgar, La Esfera de los Libros). El premio Edhasa de novela histórica ha recaído este año asimismo en una obra en la que, aunque centrada en Nefertiti, aparece Tutankamón (La faraona oculta, de Abraham Juárez). La ficción no es la única conexión literaria española con el centenario. Han aparecido varios ensayos sobre el descubrimiento, entre ellos el interesantísimo dedicado a la estancia de Howard Carter en Madrid, sus conferencias en la capital y su amistad con el Duque de Alba (Tutankhamón, Howard Carter en España, de Myriam Seco y Javier Martínez Babón, con prólogo de Zahi Hawass, Almuzara).

El sueño de Tutankamón es la historia de la vida de un pescador egipcio de misteriosos orígenes, Nehebkau, que traba una intensa amistad con Tutankamón. La relación le sirve al autor para describir los principales acontecimientos de la corta existencia del rey y de la turbulenta época de Amarna. En la novela, cuando muere Tutankamón le hacen un cambiazo de sepultura: la que estaba siendo construida para él se la apropia su sucesor, el visir Ay, y al joven difunto le apañan una parte del sepulcro de Nefertiti, reutilizando parte del ajuar de esta y de otros personajes muertos de la familia real (es cierto que una gran proporción de los más de cinco mil objetos enterrados con Tutankamón no estaban destinados a él; eran de segunda mano por así decirlo).

Cabanas describe, y esto excitará a muchos fans de la egiptología y sus misterios, cómo el superintendente de la necrópolis y los obreros rompen los sellos de la tumba de Nefertiti, derriban la puerta (la misma por la que entrará más de tres mil años después Howard Carter sin imaginar las cosas maravillosas que habían pasado ahí) y reacondicionan la sepultura. Tutankamón quedará así instalado en lo que sería en realidad, y de ahí su pequeñez, sólo el tramo inicial de la tumba de Nefertiti, esta sí de tamaño normal para un faraón (la reina habría reinado como tal, con el nombre de Smenkhara, el misterioso rey de las listas que sería en realidad ella). En la novela, que recoge todas estas teorías modernas, se describe incluso cómo un artista modifica las pinturas (y los textos) que representan a Nefertiti para que el que aparezca sea Tutankamón (también parte de la hipótesis de Reeves).

En la narración de Cabanas, en la que asistimos como observadores privilegiados al entierro de Tutankamón, la manipulación de la tumba sirve además para que el enterramiento de Nefertiti quede oculto y por tanto protegido de la inquina de los que odian a la reina por su papel en la herejía atoniana.

No es ni mucho menos el único interés egiptológico de El sueño de Tutankamón: la reconstrucción de la vida y la muerte del faraón (a causa de un accidente de carro cazando Oryx en el desierto que se suma a la mala salud crónica del rey, debilitado por la malaria y por discapacidades congénitas) es muy buena y Cabanas utiliza la ficción para ofrecer imaginativas respuestas a muchas de las preguntas que plantea la historia del joven rey, aunque no a una de las cuestiones clave, quién era la madre de Tutankamón, algo en lo que prefiere no aventurar un nombre.

El relato es claramente deudor de Sinuhé el egipcio, el gran clásico de Mika Waltari: la amistad del faraón y un súbdito (aunque allí el rey era Akenatón y Sinuhé, un médico), la identidad secreta de este y su infelicidad existencial, la pérdida del amor, el criado respondón, la cortesana lasciva y malvada…

Un aliciente extra de la novela es que el protagonista tiene una extraña capacidad de comunicarse con las serpientes. Cabanas ha estudiado a fondo las cobras, con las que ha tenido varios encuentros espeluznantes.

Destaca también en El sueño de Tutankamón el ardor con que están descritas las escenas eróticas y la atención a los usos sexuales de la civilización egipcia.

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